¿Qué quieres ser?

«Cada uno es lo que es su amor.
¿Amas la tierra? Eres tierra.
¿Amas a Dios? Serás Dios…
Amando a Dios asciendes, amando al siglo, te hundes.
Todo amor o sube o baja: con el buen amor subimos a DIos, con el mal amor caemos en el despeñadero...

El amor al mundo contamina; el amor al Autor del mundo purifica el alma...

Antes de que existieras, »

(San Juan Pablo II Hom. 14 Dic 1980)

"Proclama la Palabra de Dios,
insiste con ocasión o sin ella,
arguye, reprende, exhorta,
con paciencia incansable
y con afán de enseñar."

2ª Carta de San Pablo a Timoteo, cap 4, versículo 2

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Artículos

La cruz del demonio

Dios Padre instruye a Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia: «Sólo de la voluntad vienen todas las penas del hombre. Como mis servidores se han despojado de su voluntad para revestirse de la Mía, ellos no sienten ningún sufrimiento que les aflija verdaderamente, están saciados porque me sienten Presente en su alma por la Gracia… Leer más.

Dios gobierna ¡tooodo!

Entre todas las cosas que deben creer los fieles, la primera que debemos creer es que existe un solo Dios. Y ¿qué significa esta palabra “Dios”? Gobernador paternal de todas las cosas. Por tanto, cree que existe Dios quien cree que todas las cosas de este mundo caen bajo su Gobierno y Providencia... Leer más.

Tres modos de santidad

San Esteban, mártir: 26 de Diciembre
San Juan Evangelista: 27 de Diciembre
Santos Inocentes: 28 de Diciembre

Estas tres solemnidades acompañan al Nacimiento de Jesús, no solamente para perseverar en la devoción a este acontecimiento sino para que el fruto de la Natividad del Señor, sea conocido por nosotros en cada una de ellas. Vemos en estas tres solemnidades, como tres especies de santidad... Leer más.

Padre Nuestro

Escrito de inspiración privada por María Valtorta †1961, con nihil obstat e imprimatur de Mons. Danilak, Obispo de Nysa.

Dice Jesús: «En el Padre Nuestro está la perfección de la plegaria. Observa: Ningún acto está ausente en la brevedad de la fórmula. Fe, esperanza, caridad, obediencia, resignación, abandono, petición, contrición, misericordia, están presentes…  Leer más.

Formando la voluntad

El deseo de los muchachos, sin importar los tiempos que les toquen vivir, de  llegar a ser jóvenes fuertes, es decir, jóvenes de voluntad, de carácter: es saber decir frente al deber, humilde o glorioso, la palabra que vence todos los obstáculos: "Quiero".… Leer más.

Dios es, siempre, Infinitamente Bueno

«Hay algunos días en los que se necesita la lluvia
y oigo decir: Ya entre la luna nueva y la traerá;
pero he tenido la complacencia de ver
que no ha caído ni una gota de agua,
hasta que las oraciones de la Iglesia
nos han alcanzado la lluvia;
por lo que conocemos con toda claridad,
que no debemos esperar en cambios de la luna,
sino en la Providencia de Bondad de Dios.»

(San Ambrosio de Milán, Padre y Doctor de la Iglesia,
Lib. 4 Hexa. c. 7, sent. 2)

La cruz del demonio

Dios Padre instruye a Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia: «Sólo de la voluntad vienen todas las penas del hombre. Como mis servidores se han despojado de su voluntad para revestirse de la Mía, ellos no sienten ningún sufrimiento que les aflija verdaderamente, están saciados porque me sienten Presente en su alma por la Gracia.

Pero los que no me tienen, no pueden estar saciados ni aun cuando poseyeran el mundo entero: porque las cosas creadas son menores que el hombre, estando hechas para el hombre y no el hombre para ellas. Ellos no pueden entonces verse saciados por ellas; soy Yo, y Yo sólo el que puede saciarlos.

Por eso estos desdichados, están siempre hambrientos; sufren de un hambre que jamás se aplaca; siempre desean lo que no pueden tener, porque no me lo piden a Mí que soy el Único que puede darles.

¿Quieres saber la causa de su tormento? Tú sabes qué sufrimiento origina el amor, una vez que se pierde aquello con que se estaba identificado. Por el amor de los sentidos estos se hallan identificados, y de diversas maneras, con la tierra; han llegado a ser tierra. Esta no forma sino una sola cosa con la riqueza, aquel con los honores, esta otra con sus hijos; uno me deja para servir a las criaturas, el otro hace de su cuerpo un animal inmundo.

Así, sea el que sea su estado, ellos tienen el apetito de la tierra, se alimentan de tierra. Quisieran que sus cosas fueran duraderas, pero ellas no lo son: pasan como el viento. O la muerte les arrebata lo que aman, o lo que aman se les quita por mi Providencia. Esta privación es para ellos un sufrimiento intolerable. ¡Tan grande era el amor desordenado de su posesión!

Si las hubieran poseído, como cosas prestadas, que no eran verdaderamente suyas, no tendrían ahora pena. Por lo tanto su desconsuelo proviene del hecho de que no tienen lo que desean. El mundo, como te he dicho, no puede saciarlos; al no estar saciados, ellos están sufriendo. ¡Y qué suplicio este aguijón de la conciencia!

¡Qué tortura esta sed de venganza, que continuamente les devora por dentro, que quema hasta matar, y que ha dado muerte al alma del vengador, antes de haber abatido a su enemigo! ¡Qué intranquila tristeza la del avaro, que por sacrificar su vicio, cada día disminuye más sus necesidades!

¡Y qué tormento el del envidioso que perpetuamente corroe su corazón y siempre sufre por la dicha de los demás! Todas las cosas que ellos aman con un amor de los sentidos son para ellos una fuente de aflicciones y de inquietudes desordenadas.

Verdaderamente es la cruz del demonio la que han tomado sobre sus espaldas, tienen verdaderamente un gusto anticipado del Infierno. Esta vida está para ellos llena de imperfecciones de toda clase, y si no se corrigen, los conduce a la muerte eterna. ¡No contentos de ser desgarrados por las espinas de muchas tribulaciones, se torturan todavía a sí mismos, por su voluntad propia desordenada!

Llevan la cruz en su cuerpo y en su corazón: el alma y el cuerpo pasan juntos por las aflicciones y las penas, sin obtener ningún mérito, porque no soportan sus sufrimientos con paciencia, sino con cólera. Por haber adquirido y poseído el oro y las delicias del mundo con un amor desordenado, se han visto privados por lo mismo de la vida de la Gracia y del sentimiento de la caridad, y han llegado a ser árboles de muerte; además todas sus obras están muertas.

Van con sus aflicciones por el camino del río, donde se ahogan; llegan así al agua de muerte, pasan, con el odio en el corazón, por la puerta del demonio y reciben la eterna condenación. A través de qué sufrimiento van al Infierno, ¡haciéndose mártires del demonio! la causa de su ceguera, es esta tiniebla del amor propio extendida sobre la pupila que es la Luz de la Fe.

Ve cómo las tribulaciones y las persecuciones del mundo, de cualquier lado que vengan, tocan a mis servidores corporalmente, sin que se turbe su espíritu, porque ellos están en unión con mi Voluntad y por lo mismo están contentos de sufrir por Mí.

Pero los servidores del mundo son asaltados por dentro y por fuera; por dentro particularmente, por el temor de perder lo que poseen, y por el amor que les hace desear lo que no pueden obtener. De estos dos sufrimientos que son los principales, se derivan todos los otros que tu lengua no podría describir. Es, pues, muy cierto, lo ves, que aun en esta vida, la postura de los justos es mejor que la de los pecadores.

Conoces plenamente, ahora, la ruta que siguen los unos y los otros, y el término al que llegan.»

Fuente: El Diálogo de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia

«Avergüénzate, alma pecadora, pero no desesperes por haber pecado.

Has pecado, trabaja por levantarte. Un atleta, después de haberle derribado muchas veces, no por eso deja de llevar el premio en el combate.

Obra con valor, y dí siempre: ahora empiezo por volver a mi Dios

(San Efrén, Padre y Doctor de la Iglesia, sent. 19)

Dios gobierna ¡toooodo!

Entre todas las cosas que deben creer los fieles, la primera que debemos creer es que existe un solo Dios. Y ¿qué significa esta palabra “Dios”? Gobernador paternal de todas las cosas. Por tanto, cree que existe Dios quien cree que todas las cosas de este mundo caen bajo su Gobierno y Providencia.

En cambio, quien piensa que todo procede de la casualidad, no cree que existe Dios. Nadie hay tan estúpido que no crea que la Naturaleza está sometida a un gobierno, providencia y ordenación, puesto que se desenvuelve según un orden y ritmo fijos. Vemos que el sol, la luna y las estrellas, y el resto de la naturaleza, observan un curso determinado, cosa que no ocurriría si provinieran de la casualidad o accidente. Por consiguiente, si alguien negara la existencia de Dios, sería estúpido:Dijo en su corazón el insensato: Dios no existe” (Sal 13,1).

Pero algunos, aunque crean que Dios organiza y gobierna la naturaleza, no creen que desempeñe una Providencia sobre los acontecimientos humanos: piensan que los acontecimientos humanos no caen bajo la tutela de Dios. La razón es que ven que los buenos sufren en este mundo, mientras los malos prosperan, lo cual parece eliminar toda Providencia Divina alrededor del hombre. Por este argumento se dice: “Se pasea por los ejes del cielo sin preocuparse de nuestros asuntos” (Jb 22,14).

También esto es bastante tonto. Les ocurre lo que al que no sabe medicina y ve al médico recetar a un enfermo agua y a otro vino, según sus conocimientos le sugieren; al no saber medicina, pensará que hace al azar lo que dispone con conocimiento de causa, dando vino al segundo y agua al primero. Así pasa con respecto a Dios. Él, con conocimiento de causa y según su Providencia, dispone las cosas que necesitan los hombres; aflige a algunos que son buenos, y deja vivir en prosperidad a otros que son malos.

A quien piense que esto acontece casualmente, se le considera insensato, y lo es, pues esto sólo ocurre porque ignora el modo y motivo de la disposición Divina.Para mostrarte los secretos de la Sabiduría, y que su Ley es compleja” (Jb 11,6).

Por tanto, hay que creer firmemente que Dios gobierna y dispone no sólo la naturaleza, sino también los acontecimientos humanos.Y dijeron: no lo verá el Señor, ni lo sabrá el Dios de Jacob. Entiendan, insensatos del pueblo, y comprendan de una vez, estúpidos. ¿Quién plantó la oreja, no oirá? ¿O quien formó el ojo, no ve?... El Señor conoce los pensamientos de los hombres” (Sal 93,7-9 y 11).

Así pues, Dios todo lo ve, incluso los pensamientos y los secretos de la voluntad. De aquí que también a los hombres de manera especial les alcanza la necesidad de obrar bien, porque todo lo que piensan y hacen está patente a la Mirada Divina. “Todas las cosas están desnudas y descubiertas a los ojos de Él” (Hb 4,13).

Hay que creer que este Dios que ordena y dirige todo, es un solo Dios. La razón es la siguiente: las cosas de los hombres están bien organizadas cuando la muchedumbre es dirigida y gobernada por uno sólo, pues la multiplicación de jefes introduce frecuentemente desacuerdo y oposición en los ciudadanos; por lo tanto, como el Gobierno Divino aventaja o supera al gobierno humano, es evidente que el reglamento del mundo no está en manos de muchos dioses, sino de uno solo.

Cuatro son los motivos que han llevado a los hombres a pensar en muchos dioses:
1º La debilidad del entendimiento. Ciertos hombres de débil intelecto, no siendo capaces de sobrepasar el orden de lo corporal, no pensaron que pudiera existir algo por encima de esta naturaleza de los cuerpos sensibles; por ello, entre todos lo que los rodeaba, creyeron dioses del mundo a los que les parecían más hermosos y dignos: por ejemplo el sol, la luna y las estrellas.

A estas personas les ocurrió lo que a uno que va a un palacio, y queriendo ver al rey piensa que el monarca es todo a quien encuentra bien vestido o en alto puesto. De ellos dice la Escritura: “Tuvieron por dioses, gobernadores del universo, al sol y la luna, o a la bóveda estrellada” (Sab 13,2).

2º La adulación. Algunos hombres, queriendo adular o elogiar a sus gobernantes, les dieron el honor debido a Dios, obedeciéndoles y sometiéndose a ellos, a unos los consideraron dioses luego de su muerte, a otros aun en vida: “Sepa todo el mundo que Nabucodonosor es el dios de la tierra, y que fuera de él no hay otro” (Jdt 6,2).

3º El afecto carnal a hijos y parientes. Algunos, por el amor excesivo que tenían a los suyos, encargaban estatuas de ellos después de su muerte, y de ahí se pasó a dar culto divino a esas estatuas. (Cfr. Sab 14,21).

4º La malicia del diablo. Desde el principio quiso igualar a Dios; él mismo dice: “Pondré mi trono de la parte del Aquilón, subiré al cielo, y seré semejante al Altísimo” (Is 14,13-14). Y de este deseo suyo aún no se ha bajado. Por ello, todo su interés reside en que los hombres le adoren, y le ofrezcan sacrificios; no porque le guste el perro o el gato que se le ofrece, sino el que se le dé reverencia como dios; en este sentido dijo al mismo Cristo: “Todo esto te daré, si postrándote me adoras” (Mt 4,9).

Y de aquí vino también el que, introduciéndose en los ídolos, éstos digan predicciones: para ser venerados como dioses. “Todos los dioses de las naciones son demonios” (Sal 95,5); “lo que inmolan los gentiles, a los demonios lo inmolan, no a Dios” (1Cor 10,20).

Aunque todo esto es horroroso, hay muchos, sin embargo, que recaen con frecuencia en estos cuatro motivos. Y si bien no de palabra o de corazón, sí con sus hechos demuestran creer en muchos dioses. Los que creen que los planetas, estrellas, etc. pueden influir en la voluntad de los hombres, y los que a la hora de actuar distinguen tiempos de buen augurio, están suponiendo que los cuerpos celestes son dioses y que tienen dominio sobre los hombres y cosas, y andan fabricándose dioses. “No teman a las señales del cielo, a las que temen las naciones, porque las leyes de los pueblos son vanas” (Jr 10,2).

Asimismo, todos los que obedecen a los gobernantes más que a Dios, o les obedecen en lo que no deben, los convierten en dioses suyos. “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Igualmente, los que aman a sus hijos y parientes más que a Dios, con sus obras manifiestan que hay muchos dioses. Como también los que aman el alimento más que a Dios; de los cuales dice el Apóstol: “Su dios es su vientre” (Flp 3,19).

Por último, todos los aficionados a hechicerías, supersticiones y magias creen que los demonios son dioses, puesto que les piden lo que sólo Dios puede conceder: el conocimiento de alguna cosa oculta y del futuro o porvenir.

Fuente: Escritos Catequísticos de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia

«Si el ojo derecho te sirve de escándalo,
arráncalo, y arrójalo de ti.
No habla Dios de los ojos del cuerpo...: más bien, quiso hablar de nuestro mejores amigos,
que nos parecen tan preciosos como partes de nosotros mismos,
y nos recomienda que si ellos nos sirven de escándalo, dejemos su amistad para asegurar nuestra salvación.»

(San Juan Crisóstomo, Padre y Doctor de la Iglesia, In Ps. 4, sent. 120)

Tres modos de santidad

San Esteban, Mártir: 26 de Diciembre
San Juan Evangelista: 27 de Diciembre
Santos Inocentes: 28 de Diciembre

Estas tres solemnidades acompañan al Nacimiento de Jesús, no solamente para perseverar en la devoción a este acontecimiento sino para que el fruto de la Natividad del Señor, sea conocido por nosotros en cada una de ellas. Vemos en estas tres solemnidades, como tres especies de santidad.

Tenemos en el Bienaventurado Esteban la obra y la voluntad del martirio. Tenemos sola la voluntad en el Bienaventurado Juan y tenemos solamente la obra en los Santos Inocentes. Todos ellos bebieron el cáliz de la salud, o con el cuerpo y el espíritu o solamente con el espíritu o sólo con el cuerpo. Mi cáliz ciertamente beberán (Mt 20,23), dijo el Señor a Santiago y a Juan: no hay duda de que hablaba del Cáliz de la Pasión.

En fin, cuando decía a Pedro Sígueme (Jn 21,20) motivándolo evidentemente a la imitación de su Pasión, al volverse Pedro vió, que los seguía el discípulo que amaba Jesús (Juan), no tanto con los pasos del cuerpo, como con el afecto de la voluntad. Así pues, también Juan bebió el Cáliz de la salud, y siguió al Señor como Pedro, aunque no de igual forma. Porque el no haber seguido en su Pasión corporal al Señor, fue consejo Divino, como Él mismo lo dice: Así quiero que permanezca hasta que Yo venga. Como si dijera: Juan quiere también seguirme, pero Yo quiero, que permanezca así.

Pero, ¿habrá quien dude de las coronas de santidad de los Niños Inocentes? Aquél que dude que los Infantes despedazados por Cristo sean coronados entre los Mártires, será aquel que no cree que los reengendrados en Cristo (en virtud de su Vida, Pasión y Resurrección) son contados entre los hijos adoptivos de Dios.

¿Será posible que el Divino Niño que nació por nosotros, no contra nosotros, permitiría que unos niños contemporáneos a Él fueran muertos por su causa?, ¿Acaso Él, no podría detener la matanza con un solo acto de su Voluntad? Siendo Él la Bondad infinita es claro que su Providencia tuvo para estos infantes una cosa mejor, haciendo que así como los demás niños antes de su Nacimiento con la circuncisión, después con el Bautismo, sin algún uso de su propia voluntad obtienen la limpieza total propia de un alma en Gracia; así igualmente para con estos pequeños martirizados por su Nombre, les haya concedido la santidad. Si buscas méritos para con Dios, para que estos pequeñuelos sean coronados, busca también sus culpas para con Herodes para ser despedazados.

¿Acaso es menor la piedad de Cristo, que la impiedad de Herodes, para creer que haya podido este rey mundano entregar Inocentes a la muerte y no haya podido Cristo coronar a los que fueron muertos por Él?

Así pues, San Esteban es mártir para con los hombres, cuya voluntad de padecer se manifestó con toda claridad particularmente, en el mismo momento de su muerte donde manifestó la más viva atención, tanto por los perseguidores, como por sí mismo, venciendo su compasión interior al sentido de la pasión corporal; de suerte que lloraba más los delitos de sus verdugos que sus propias heridas. San Juan es mártir por voluntad para con los Ángeles, que como espirituales criaturas conocieron con más claridad las señales espirituales de su propia voluntad, para padecer por Cristo.

Pero los Inocentes Martirizados, son verdaderamente tus mártires ¡oh Dios!; para que resplandezca con más evidencia el privilegio de tu Gracia en quienes ni el hombre, ni el Ángel, descubren mérito alguno. Porque con la alabanza de los niños y de los más pequeños, erigiste una fortaleza contra tus adversarios para reprimir al enemigo y al rebelde (Sal 8,3).

Gloria sea dada a Dios en las Alturas, dicen los Ángeles, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Grande alabanza es esta sin duda alguna; pero me atrevo a decir que todavía no es alabanza perfecta, hasta que venga quien diga: Dejen a los niños venir a Mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos (Mt 19,14), y paz a los hombres aún sin el uso de su voluntad, para glorioso testimonio de la Piedad y Misericordia infinitas de Dios.

Esto debían considerar los que suelen discutir sobre la obra y la voluntad; consideren y adviertan, que no conviene despreciar ni lo uno ni lo otro, cuando no falta la facultad; tomando muy en cuenta que, cuando falta la facultad, la obra sin la voluntad, puede no solamente dar la salud, sino la santidad.

Pero también deben observar que aprovecha mucho la obra sin la voluntad, pero no contra la voluntad; de suerte, que por el mismo motivo por el que se salvan los infantes, tendrían más condenación los que se adhirieron a la Fe Católica fingidamente. De igual modo, en algunos la voluntad sin la obra es suficiente, pero no contra la obra.

Por ejemplo: si uno es arrebatado por la muerte, cuando tiene en sí una buena voluntad, pero todavía no perfecta, todavía no lo bastante valerosa para sufrir el martirio: ¿quién se atreverá a negar, que se salve por esta imperfección?

Quizá Dios no le permite que llegue a tentación tan grave, con el fin de que en ella no desmaye y se condene. Porque, si con tan débil voluntad fuera puesto en aquella tentación, que es superior a sus fuerzas, y su voluntad no fuera confirmada ¿quién duda que desmayaría, que negaría la Fe y que si entonces muriera, perecería? Si alguno tiene vergüenza de Mí delante de los hombres, también Yo tendré vergüenza de Él delante de los Ángeles de Dios (Lc 9,25).

Así, en aquella voluntad imperfecta, en que alguno se salva porque falta la ocasión y facultad [o capacidad] para lo obra, vemos que ese mismo no se podría salvar por la facultad de la obra, o diciendo de otro modo, por la obra de su rebeldía y falta. Lo mismo también podría suceder en la ignorancia.

Aspiremos por tanto a la Caridad y sigamos las buenas obras, no teniendo en poco los pecados de flaqueza o ignorancia; antes bien atentos y temerosos de nuestra propia flaqueza demos gracias al Misericordiosísimo Salvador, que proporciona con Caridad abundantes ocasiones de salud a los hombres y que se alegra de encontrar en unos la voluntad y la obra, en otros la voluntad sin la obra y en otros también sin voluntad la obra de la salud, queriendo que todos los hombres de salven, y vengan al conocimiento de la Verdad.

Porque en esto consiste la vida eterna, en que conozcamos al Padre, Dios verdadero y a Jesucristo a quien envió, el cual es con el Padre y el Espíritu Santo un solo Dios Verdadero, bendito sobre todas las cosas por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Sermones de San Bernardo de Claraval, Doctor de la Iglesia

«La impureza es un fuego cruel que jamás deja un instante de tranquilidad: arde noche y día,
y no deja dormir
(In Ps. 1).
Los que empiezan a entregarse a este vicio,
empiezan también a alejarse de la Fe.»

(San Ambrosio de Milán, Padre y Doctor de la Iglesia, Epist. 36 ad Sabinum)

Padre Nuestro

Escrito de inspiración privada por María Valtorta †1961 con nihil obstat e imprimatur de Mons. Danilak, Obispo de Nysa.

Dice Jesús: «En el Padre Nuestro está la perfección de la plegaria. Observa: Ningún acto está ausente en la brevedad de la fórmula. Fe, esperanza, caridad, obediencia, resignación, abandono, petición, contrición, misericordia, están presentes.

Diciéndola, oran con todo el Paraíso, durante las primeras cuatro peticiones; después, dejando el Cielo, que es la morada que les espera, regresan a la Tierra, permaneciendo con los brazos tendidos hacia el Cielo, para implorar por las necesidades de este mundo y para pedir ayuda en la batalla para vencerse a sí mismos, para regresar al Cielo.

Padre nuestro que estás en el cielo. Sólo mi amor pudo decirles, digan: "Padre Nuestro". Con esta expresión los he investido públicamente del título sublime de hijos del Altísimo y hermanos míos. Si alguno, abrumado por la consideración de su nulidad humana, pudo dudar de ser hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, pensando en estas palabras mías, ya no puede dudar. El Verbo de Dios no se equivoca y no miente. Y el Verbo les dice, digan: "Padre Nuestro".

Tener un padre es una cosa buena y segura ayuda. Yo, en el orden material, he querido tener un padre sobre la tierra para proteger mi existencia de bebé, de niño, de joven. Con esto, he querido enseñarles, tanto a los hijos como a los padres, cuan grande es la figura moral del padre. Pero tener un padre de perfección absoluta, como es el Padre que está en el Cielo, es dulzura de las dulzuras, ayuda de las ayudas.

Mira a este Padre-Dios con santo temor; pero siempre más fuerte que el temor, sea el amor agradecido para el Dador de la vida en la Tierra y en el Cielo. Con el mismo movimiento de los Serafines y de todos los Coros Angélicos, a los cuales y con los cuales ustedes se unen en el alabar el nombre del Eterno, repiten esta alegre, agradecida, justa alabanza al Santo de los santos.

Repítanla pensando en Mí, que antes que ustedes, Yo, Dios Hijo de Dios, la he dicho con suma veneración y con sumo amor. Repítanla en la alegría y en el dolor, en la luz y en las tinieblas, en la paz y en la guerra. Bienaventurados aquellos hijos que jamás han dudado del Padre y a cada hora, en cada evento, han sabido decirle: Bendito sea tu Nombre.

Venga tu Reino. Esta invocación debería ser el latido del péndulo de toda su vida, y todo debería gravitar sobre esta invocación al bien. Porque el Reino de Dios en los corazones y de los corazones en el mundo, querría decir: Bien, Paz, y todas las otras virtudes. Llenen por eso su vida de innumerables imploraciones por la venida de este Reino. Pero imploraciones vivas, o sea, obrar en la vida ofreciendo su sacrificio de cada hora, porque obrar bien quiere decir sacrificar la naturaleza a esta finalidad.

Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. El Reino del Cielo será de quien ha hecho la Voluntad del Padre, no de quien haya acumulado palabras sobre palabras, y después se ha rebelado al Querer del Padre, mintiendo a las palabras dichas. También aquí ustedes se unen a todo el Paraíso que hace la Voluntad del Padre. Y si tal Voluntad la hacen los habitantes del Reino, ¿no la harán ustedes para convertirse a la vez en habitantes del Cielo?

¡Oh gloria que les ha sido preparada por el Amor uno y Trino de Dios! ¿Cómo pueden no dedicarse con perseverante voluntad a conquistarla? Quien hace la Voluntad del Padre, vive en Dios. Viviendo en Dios no puede errar, no puede pecar, no puede perder su morada en el Cielo, porque el Padre no les hace obrar más que aquello que es el Bien, y que siendo el Bien, salva de pecar y conduce al Cielo.

Quien hace suya la Voluntad del Padre, anulando la propia, conoce y gusta desde la tierra, la Paz que es don de los Bienaventurados. Quien hace la Voluntad del Padre, matando la propia voluntad perversa y pervertida, ya no es un hombre: es ya, un espíritu dirigido por el amor y viviente en el amor.

Deben, con buena voluntad, arrancar de su corazón su voluntad y poner en su lugar la Voluntad del Padre. Después de haber provisto a las peticiones para el espíritu, puesto que son pobres, vivientes entre las necesidades de la carne, pidan el pan a Aquél que provee de alimento a los pajaritos del aire y da vestiduras a los lirios del campo.

Danos hoy nuestro pan de cada día. He dicho "hoy" y he dicho 'pan". Yo no digo jamás nada inútil.
Hoy: Pidan día por día los auxilios al Padre. Es medida de prudencia, justicia, humildad.

Prudencia. Si tuvieran todo de una sola vez, desperdiciarían mucho. Son los eternos niños y caprichosos por añadidura. Los dones de Dios no deben desperdiciarse. Además, si tuvieran todo, olvidarían a Dios.

Justicia. ¿Por qué deberían tener todo de una sola vez, cuando Yo imploré, día por día, el auxilio del Padre? ¿Y no sería injusto pensar que está bien que Dios les diera todo junto, bajo el pensamiento humano de que uno nunca sabe, y es mejor tener todo bajo el temor de que mañana Dios no dé? La desconfianza, ustedes no lo reflexionan, es un pecado. No hay necesidad de desconfiar de Dios. Él los ama con perfección. Es el Padre perfectísimo. Pedir todo junto quita la confianza y ofende al Padre.

Humildad. El deber pedir día con día, les refresca en la mente el concepto de su nulidad, de su condición de pobres, y del Todo y de la riqueza de Dios.

Pan. He dicho "pan", porque el pan es el alimento-rey, el indispensable a la vida. Con una palabra y en la palabra he encerrado, para que las pidieran, todas las necesidades de su tránsito terrenal. Pero como son diferentes las temperaturas de su espiritualidad, así son diferentes las amplitudes de la palabra.

"Pan-alimento" para aquellos que tienen una espiritualidad embrionaria a tal grado, que ya es mucho si saben pedir a Dios el alimento para llenar su estómago; pues hay quien no lo pide y lo toma con violencia, maldiciendo a Dios y a los hermanos. Éste es mirado con ira por el Padre, porque pisotea el precepto del cual vienen los otros: "Ama a tu Dios con todo tu corazón, ama a tu prójimo como a ti mismo ".

"Pan-auxilio", en las necesidades morales y materiales para quien vive no sólo para el vientre, sino sabe vivir también para el pensamiento, teniendo una espiritualidad más formada.

"Pan-religión", para aquellos que, aún más formados, ponen primero a Dios antes que a las satisfacciones de los sentidos y al sentimiento humano y ya saben mover las alas en lo sobrenatural.

"Pan-espíritu", "pan-sacrificio", para aquellos que, alcanzada la edad plena del espíritu, saben vivir en el espíritu y en la verdad, ocupándose de la carne y de la sangre, únicamente en aquello que es estrictamente necesario para continuar a existir en la vida mortal, hasta que sea la hora de ir a Dios. Estos ya se han cincelado a sí mismos sobre Mi modelo y son Mis copias vivientes, sobre las cuales el Padre se inclina con abrazo de amor.

Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No ha habido en el número de los seres creados, ninguno, excepto mi Madre, que no haya necesitado obtener el perdón del Padre por culpas más o menos graves, según la propia capacidad de ser hijos de Dios.

Oren al Padre que les cancele del número de sus deudores. Si lo hacen con ánimo humilde, sincero, contrito, inclinarán al Eterno en su favor.

Pero condición esencial para obtenerlo, para ser perdonados, es perdonar. Si quieren únicamente y no dan piedad a su prójimo, no conocerán el perdón del Eterno. Dios no ama a los hipócritas ni a los crueles, y aquel que rehúsa el perdón al hermano, rehúsa el perdón del Padre para sí mismo.

Consideren además que, por más que pudieran haber sido heridos por su prójimo, las heridas suyas hacia Dios son infinitamente más graves. Este pensamiento les empuje a perdonar todo, como Yo perdono por mi perfección y para enseñarles el perdón a ustedes.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Dios no les pone en tentación. Dios les tienta con dones de bien solamente, y para atraerlos a Sí. Ustedes, interpretando mal Mis palabras, creen que ellas quieren decir que Dios los pone en tentación para probarlos; no. El buen Padre que está en el Cielo permite el Mal, pero no lo crea. Él es el Bien del cual brota todo bien. Pero el Mal existe. Fue desde el momento en el cual Lucifer se levantó contra Dios. Toca a ustedes hacer del mal un bien, venciéndolo e implorando al Padre, fuerzas para vencerlo.

Esto es lo que piden con la última petición. Que Dios les dé suficiente fuerza para saber resistir a la tentación. Sin su auxilio la tentación los doblegaría, porque ella es astuta y fuerte, y ustedes son obtusos y débiles. Empero, la Luz del Padre los ilumina, el Poder del Padre los fortalece, el Amor del Padre los protege; así, el mal muere y ustedes permanecen liberados.

Esto es lo que piden con el Padre Nuestro que les he enseñado. En él está todo comprendido, todo ofrecido, todo pedido, de cuanto es justo sea pedido y dado. Si el mundo supiera vivir el Padre Nuestro, el Reino de Dios estaría en el mundo. Pero el mundo no sabe orar. No sabe amar. No sabe salvarse. Sabe sólo odiar, pecar, condenarse.

Pero Yo no he dado y hecho esta plegaria para el mundo que ha preferido ser reino de satanás. Yo he dado y hecho esta plegaria para aquellos que el Padre me ha dado, porque son suyos y la he hecho, a fin de que sean una sola cosa con el Padre y Conmigo durante esta vida, para alcanzar la plenitud de la unión en la otra.

Padre Nuestro, que estás en el Cielo, Santificado sea tu Nombre. Venga tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo. Dános hoy, nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén»

Fuente: Cuadernos 1943, Página 202. Para adquirir la obra de María Valtorta, llame al Centro Valtortiano en México, con la sra. Ángeles Orozco Tel: (+52) 5531 0946
Si el lector quiere saber la postura de la Santa Iglesia sobre la obra de María Valtorta, favor de consultar la página web:
http://corazones.org/signos_mensajes/valtorta_maria.htm

«Hay siete cosas que no se encuentran en el mundo,
lo que prueba su pobreza y su nada:
la vida sin la muerte, la juventud sin la vejez,
la luz sin las tinieblas, la alegría sin la tristeza,
la paz sin la discordia, la voluntad sin la resistencia,
y un reino o gobierno sin cambios.»

(San Beda, el venerable, Padre y Doctor de la Iglesia, al Collectan)

Formando la voluntad

El deseo de los muchachos, sin importar los tiempos que les toquen vivir, de llegar a ser jóvenes fuertes, es decir, jóvenes de voluntad, de carácter: es saber decir frente al deber, humilde o glorioso, la palabra que vence todos los obstáculos: "Quiero".

Una verdadera historia, escucha:  Ring… Ring… Ring… El timbre eléctrico me avisa que un alma reclama mi labor sacerdotal. "Voy", digo para mí. Y abandonando el trabajo comenzado, me dirijo al confesionario. Allí encuentro un jovencito, que aparenta 13 ó 14 años de edad.

-Padre- me dice -, ¿podría tener con usted una breve conferencia?
-Con mucho gusto hijo mío… ¿Quieres tenerla en el confesionario o en la sala de visitas?
-Si no le molesta demasiado, preferiría celebrarla en la sala de visitas.
-Muy bien… Preséntate al hermano portero, y dile que deseas hablar con el Padre C…

Estando ya en la sala de visitas:
-Buenos días, Padre.
-Buenos días, hijo mío. ¿Qué puedo hacer por ti… para serte útil?
-Le diré lo que me llama la atención de usted… Estoy desesperado —y al pronunciar estas palabras surgen las lágrimas, contenidas hasta el momento, y los sollozos le impiden al muchacho continuar…—
-Vamos a ver, hijo: cálmate, tranquilízate, habla con completa confianza. Estoy enteramente a tu disposición.

Mis palabras caen como un bálsamo sobre aquél corazón dolorido, y entre lágrimas, me dice:
-Gracias, Padre… —calmada un poco su emoción, continúa—: Padre, tengo 17 años…, pertenezco a una familia cristiana y me he educado en un colegio católico… Desgraciadamente, hace algún tiempo he encontrado compañeros, con los cuales he hecho amistad. Pronto me enseñaron el mal y, lo que es más triste de decir, me arrastraron a él. No tuve el valor de romper su amistad, y desde aquél día vivo miserablemente: no sé cómo resistir mis pasiones. Son más fuertes que yo… Querría…, pero no puedo… Déme, Padre, le ruego, el modo de rehacerme: déme voluntad, porque siento que es la voluntad lo que me falta.

-Bien, hijo mío, te daré la receta… o, mejor decir, no; no te la daré, porque lo que me pides lo tienes ya.
-¿Quiere burlarse de mí, Padre? ¿Cómo? ¿Yo tengo voluntad?
-Un momento, entendámonos. Sí; tú tienes una voluntad, como todo ser humano; si no, no serías un ser humano: pero eres un joven de voluntad.

Breve explicación
- Sí, tú tienes voluntad. La voluntad es una de las más bellas facultades del alma; es una potencia que poseemos para decidirnos a realizar esta o aquella acción más bien que cualquier otra; por ejemplo: tocar el piano o la guitarra, mejor que dar un paseo: emprender un partido de fútbol, en lugar de hacer una tarea escolar. Esta potencia la poseen todos ustedes, lo repito; si no, no serían personas. Sí, tienes una voluntad: todos los jóvenes tienen una voluntad; pero no todos son jóvenes de voluntad.

-¿Por qué?
-¿Por qué? me preguntas. Porque muchos jóvenes se dejan guiar por las impresiones del momento, no procuran hacerse una voluntad propia, un carácter fuerte. Me comprenderás pronto. Razonemos un poco. ¿Llamarías joven de voluntad a aquél que se deja guiar por sus gustos, más o menos caprichosos, o aquél que sigue todas sus impresiones? Como igualmente ¿a aquél joven caprichoso que hoy no quiere ya lo que ayer deseaba? ¿Al testarudo, que no tiene otra voluntad, con perdón de la expresión, que la del asno que tropieza, del niño que refunfuña, del obstinado, que tanto más se aferra a sus ideas tiene menos razones para agarrarse a ellas? ¿Y el orgulloso, que hace la rueda, como el pavo, que soberbio por su fuerza física y muscular pretende que todo se doble ante su deseo…, es rudo en las palabras, brutal en las maneras, como si la voluntad tuviera algo que ver con la brutalidad de los gestos, con la rudeza o la dureza de los músculos?

¿Es, acaso, un joven de voluntad el que se mueve según la dirección del viento, el que gira como una veleta, el que querría hacer el bien y huir del mal, pero no tiene el valor de decir: "Quiero"? ¿Se podrán, acaso, llamar jóvenes de voluntad, personas enérgicas, nuestros modernos alumnos, presuntuosos en el vestir y en el arreglo de su cuerpo?

¡Qué pocos son los que saben decir: "Quiero", y unen la acción a las palabras! ¡Cuántos olvidan el famoso proverbio "Querer es poder"! Sus palabras y frases preferidas son: "Querría, pero no puedo… Me esforzaré, lo intentaré… pero…".

¿Quieren algunas pruebas?
Escuchen: Un día que estaba reprochando a un joven su infidelidad y sus culpas…
-Pero, Padre —exclamó—. Usted habla muy bien… Es más fuerte que yo…; querría…, pero no puedo…
-Si quisieras, podrías —le respondí—.
-Eso, es fácil de decir, Padre; pero…
-Vamos a ver, responde a mi pregunta. De rodillas ante el Santísimo Sacramento, ¿te atreverías a decir a Jesucristo, que te escucha?: "¡Oh Jesús, esto que me pides es imposible!... Quieres que sea puro… Exiges que resista a la tentación, a aquella tentación… la separación de aquél mal compañero, la destrucción de aquél libro peligroso, el abandono de aquellas conversaciones poco seguras… No, Señor… Esto está por encima de mis fuerzas… ¡Es imposible!"

No; nunca te atreverías a usar semejante lenguaje: tu conciencia protestaría inmediatamente, porque en el fondo sabes que lo que llamas imposible, lo es solamente por tu personal vileza.

Ponte a trabajar, llama en tu socorro a María Santísima, cierra los oídos a la voz de satanás, huye, rompe las ligaduras que te atan… y ¡triunfarás!

Otro joven me decía:
-La sola vista del profesor tal, del vigilante cual, me pone los nervios "de punta", y no puedo soportar la más pequeña reprensión; una palabra basta para provocar en mí una tempestad.
-¡Ah! ¿Quieres que te dé un sencillo remedio? Te prometo con él la curación.
-Acepto…
-Pues bien; cada vez que se desencadena la tempestad, me darás una pequeña cantidad de dinero para mis pobres.
Como la cantidad era muy pequeña, se echó a reír, diciendo que con ello no se corregiría tan fácilmente.
-De todas maneras, haz la prueba, y después dame tus noticias.

Se marchó, y mantuvo su palabra. Está de más decir que todos sus pequeños ingresos debieron ser sacrificados, y se siguió para él la privación de los cigarrillos y de los chocolates con los que acostumbraba consentirse a sí mismo.

-¿Lo ve usted, Padre? —me dijo, triunfante, ante la ineficacia de mi remedio—.
-Continúa, y veremos.

Un buen día, viendo que su bolsillo estaba siempre vacío, se dijo a sí mismo: "¡Eres un gran estúpido! Si continúas así, se consumirán todos tus pequeños ahorros, se fundirán como la mantequilla, y entonces…, adiós viajes durante las vacaciones, adiós cine…"

En estas reflexiones transcurrió una semana, manteniéndose firme; es decir, venciéndose a sí mismo… El bolsillo y la lucha permanecieron intactos… Multiplicó sus esfuerzos; de cuando en cuando tuvo alguna recaída; pero dichoso con las victorias alcanzadas, se prometió terminarla, y al cabo de algunos meses todo espíritu de rebelión desapareció de él. Más aún; pronto llegó a hacer por virtud lo que había hecho para no perder dinero.

Cuántos jóvenes se asemejan a éstos que acabamos de citar, y continúan diciendo: "Es imposible…, no puedo…, yo querría…” ¿Son sinceros? No; porque si quisieran, harían algo.

¿Qué se entiende, pues, por "un joven de buena voluntad"? De buena voluntad es aquel que, después de haber seriamente reflexionado y pedido consejo, después de haber consultado a la propia conciencia y mejor aún a Nuestro amadísimo Jesús, o nuestra amadísima Madre María Santísima, toma una decisión firme, seria, y trata de alcanzar enérgicamente su meta (pidiendo siempre ayuda celestial), a pesar de las contradicciones, de las caídas, de las dificultades que surgen en su camino…; aquel que sabe decir: "Haré esto", y que lo hace. "No haré esto otro, porque es malo", y sabe mantener su palabra.

¿Ven a ese muchacho vivo de carácter, iracundo, inflexible con los demás, pero que pide humildemente a la Virgen María lo ayude a cambiar por amor a Jesús?... Es San Francisco de Sales quien es llamado "El santo de la amabilidad" y que cuando murió le sacaron piedras de su vesícula por los esfuerzos por controlar su carácter.

¿Y aquel otro que, triunfando sobre el miedo y haciendo valer más su amor por Jesús, sobre los sucios intereses políticos de gente perversa, murió gritando a sus asesinos: "¡Dios no muere!" y en su extrema agonía expresó su perdón? Es García Moreno, Presidente de la República del Ecuador y mártir del Corazón de Jesús.

Examinen la vida de las personas, como ustedes, que la Santa Iglesia Católica nos proponer siempre como modelos y hallarán gente muy similar a ustedes, cuyo objetivo fue ser jóvenes de buena voluntad. He aquí a sus modelos, oh jóvenes. Toca a ustedes caminar sobre sus huellas bajo el amparo de Jesús, María, José y toda la corte Celestial.

Fuente: El joven frente al deber por el Padre Eliseo, capuchino belga, con nihil obstat e imprimátur por el arzobispo primado de México Miguel Darío Miranda

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